Recibí en carácter de préstamo una edición del Museo postal móvil, ex Terrorismo gráfico. Mi amigo el Gurí Pereyra la dejó en casa como para que la viera tranquilo porque no es una obra rápida de asimilar. Ahí estuvo el objeto por unos días hasta que me dispuse a echarle un primer vistazo, una caja con un estuche dentro que contiene otra caja que se abre como si se despanzurrase para todos lados y de donde salen muchas muchas postales y un par de otras cajitas despanzurrables. Apabullante. Me gustó que fueran postales porque las pude desparramar a todas sobre la mesa y acto seguido separar las menos interesantes que resultaron ser las postales publicitarias. Algo así como separar del plato de comida los ingredientes que no me gustan o como dejar para el final los bombones más feos de la caja (los rellenos de fruta). Hay mucho para ver. Dejo para una segunda vuelta la selección de las postales que me resulten más interesantes.