Los primeros números de la mítica revista Tipográfica están ligados a la decisión (casi inconciente) de estudiar diseño gráfico. Por algún motivo incierto mi papá compró los tres primeros números y los devoré con fascinación y envidia. En ese momento pensaba que el oficio de diseñador era para otros, yo no era prolija, no sabía dibujar, ni era tan moderna. Pero esos relatos de los pioneros del diseño pudieron más y no sin poco esfuerzo me animé a pasar al otro lado, del mundo del pensamiento y las palabras al mundo de la visualidad. Todavía guardo dos de los tres números (uno lo presté hace mucho) y Sergio tenía (no por casualidad) el número 4. Hoy los veo de nuevo y siento que siguen guardando esa energía que en su momento me convenció de que por ahí venía la mano.