Mi padre las traía a casa cuando iba al casino durante nuestros veraneos en Mardel. El propósito de los cartones era el de llevar registro de los números que salían en la mesa de juegos y así el apostador podia aplicar todos sus conocimientos probabilísticos al solo efecto de encontrar la martingala perfecta que haría saltar la banca, y por ende, llenar sus bosillos de frescos billetes.
Varios de estos tarjetones no solo se salvaron de terminar en el cesto de basura, sino que además nos los trajimos para Buenos Aires y permanecieron en la casa de mis padres hasta hace unos días cuando decidí rescatarlos para escribir esta nota. Yo les tengo un particular afecto pues recuerdo que me encantaba dibujar en la cuadrícula que traían al dorso y el dibujo de la ruleta me fascinaba. Debo admitir que no conocía, o al menos no tenía recuerdos, de los cartones de punto y banca y treinta y cuarenta.
Números vecinos, pago de las apuestas y otras informaciones útiles para el jugador. Los tarjetones conformaban un sistema simple y efectivo que invitaba al apostador a despilfarrar todo su dinero en pos de un sueño más que casi imposible: saltar la banca.
Algo que también me llamó la atención cuando me reencontré con mis cartoncitos de la infancia fue las publicidades de la fina sidra Real y la supongo elegantísima colonia Devon que muestro a continuación.