No voy a enfocarme en el debate de si los sistemas de inteligencia artificial como Adobe Firefly le van a quitar el trabajo a los ilustradores o qué atribución de autoría puede tomarse alguien que no hizo mas que redactar una oración para obtener a cambio una imagen generada en segundos que muy probablemente satisfaga sus necesidades.
Las herramientas que utilizan inteligencia artificial ya están aquí, gozan de buena salud y no creo que vayan a desaparecer. Guste o no, es parte del progreso de la humanidad como lo fue en su momento el automóvil o si quieren un ejemplo más cercano las billeteras digitales que ya no son una cuestión de moda o snobismo sino de necesidad.
Así pues ¡alabada sea la Inteligencia Artificial para el deleite de sus majestades humanas! Un sistema con todo el bagaje cultural de la humanidad oficiando de gracioso bufón de la corte. “¡Traed al engendro!” espetaría el rey ávido de entretención y ya cansado de ver series por streaming. Acosaría al sistema con prompts ridículos mientras come su pata de cordero con la mano. Escudriñaría atento las imágenes resultantes en busca de errores groseros como una mano con seis dedos para sentenciar de inmediato la ejecución en la plaza pública —o en las redes sociales— del inservible mercachifle.
Estoy convencido de que el interés que estos sistemas despiertan en la mayoría de sus usuarios no es tanto por la utilidad de sus servicios como por la puesta a prueba de sus capacidades. Nos deleita hacerlos fallar, pisar el palito, generar anomalías y verlos mear fuera del tarro.
Eso es lo que me pasó a mi cuando, actualizando unos programas de mi subscripción a Adobe desde Creative Cloud, veo una invitación para probar Adobe Firefly. Ya había estado jugando con la función Text to vector del Illustrator que a toda indicación que se le dé siempre genera imágenes con un tufillo a clip art . Por mera curiosidad le pedí: a post-apocalyptic cityscape resembling Tokio in manga style. Only black and white colors (un paisaje urbano postapocalíptico semejante a Tokio en estilo manga. Solo en colores blanco y negro). Admito que el resultado me sorprendió y fue más que satisfactorio con respecto a lo que yo esperaba acostumbrado a Text to vector de Illustrator. Mi primera expresión fue “¡guau! esto está bueno”. Y Firefly no solo generó una imagen sino que me dio cuatro a cuál más bonita. Presento a continuación los resultados (la imagen que falta corresponde a la portada de este post).
Ni corto ni perezoso voy al Illustrator y le doy exactamente las mismas indicaciones. El resultado es patético y la frase con que resumiría la función del Illustrator para generar imágenes a partir de un texto podría ser: no sirve. Comparadlo vosotros mismos viendo los resultados.
Tampoco es intención de este post indagar a qué se debe semejante diferencia de calidad tratándose de dos productos pertenecientes a Abobe. Por lo tanto retomaré el hilo del relato enfocándome en qué hace tan tentador el uso —aunque más no sea a modo de prueba— de estos sistemas.
Continuando con la comparación del rey verdugueando a su bufón percibo una suerte de esclavización de los sistemas de IA que aun no se ha dado con otras tecnologías. Es como tener un ayudante que además de hacer el trabajo que se le pide debe entretenernos. Estoy aburrido y le tiro a Firefly un prompt solo para ver qué hace sin tener previsto uso alguno para esas imágenes generadas. No parece haber nada de malo en ello. Podemos pedir y pedir en tanto tengamos créditos en nuestra cuenta. Es como apostar y apostar en juegos de azar mientras tengamos dinero. Nos volvemos adictos. Y esto me lleva a pensar que es una adicción mas bien morbosa. ¿No hay algo de morbo, un atractivo propio de lo turbio o escabroso en todo esto de las inteligencias artificiales?
El deleite de hablar con los muertos a través de una tabla ouija o del juego de la copa (quién no lo hizo de pequeño entusiasmado por la propuesta que venía de la mano de algún tío o tía con propensión a lo esotérico). Desde esta perspectiva el tema se torna más interesante y da para escribir un par de líneas. El mundo de lo oculto develado a través de imágenes que provienen de un ente intangible del que sabemos muy poco. Le pedimos algo y nos responde con imágenes que a primera vista impactan y luego intrigan. ¿Por qué la mano de esa persona tiene seis dedos? ¿No es excesiva la cantidad de dientes en esa sonrisa? Como dije anteriormente son estas anomalías lo que me fascina y lo que me interesa obtener del sistema. Su mear fuera del tarro.
Así, sorprendido por las imágenes de Tokio postapocalíptico, que eran tal cual lo que tenía en mente, como si Firefly me la hubiera leído desde el mas allá, se las mando a un amigo que me responde:
—Muy bueno! La destreza con la AI, será la habilidad de hacer las mejores preguntas…
“Buenos Aires luego de setenta años de Peronismo.”
—Ya se lo estoy pidiendo, le respondo.
El prompt fue: La ciudad de Buenos Aires luego de setenta años de Peronismo. Intencionalmente le indiqué que Buenos Aires es una ciudad por temor a que el sistema no lo interpretara de ese modo. Y aquí viene lo bueno, el regocijo pleno. ¡Si el General lo viera!
¡¿Qué es esto?! ¿Cómo pudo haberla pifiado tanto? ¡Ni siquiera el obelisco! ¿Acaso somos tan insignificantes que no hay una puta imagen de Buenos Aires en toda internet que sirva de referencia a ese adefesio de Firefly? No me digan que el resultado no es intrigante. ¿Habrá el sistema tomado la data de un universo paralelo? ¿Será esta una otra Buenos Aires? Cuando le muestro las imágenes a mi amigo me responde: “Faltan los dirigibles con los escudos justicialistas!”. Y tiene razón porque algo de ciudad con fuerte presencia del Estado se percibe en estas imágenes, sobre todo en la segunda, tercera y cuarta donde se ven esos edificios de aspecto gubernamental. Al edificio de la izquierda en la cuarta imagen le noto un tinte medio soviético, vaya a saber de dónde habrá salido. En la tercera imagen parece haber querido representar el edificio del Congreso Nacional con un resultado dispar. ¡Y toda esa agua! El Río de la Plata al alcance de todos. Canales surcando la ciudad, los diques de Puerto Madero son un poroto al lado de estas maravillas de la hidroingeniería virtual. Nótese que el agua es de color marroncito, igual a la nuestra. Me pregunto dónde estará la terminal de Buquebus.
En fin, estas simpáticas atrocidades generadas en nombre del progreso son para mí justificativo suficiente para la existencia de estas tecnologías. Podría estar horas mirando estas imágenes, tratando de ver si hay algo que pueda ser parte de la Buenos Aires real. Seguramente habrá mas posts con esta temática.